Dejó reposar su cabeza sobre mi hombro cuando notó mi mano izquierda que la acariciaba, y cerró sus grandes ojos negros al sentir que los dedos de mi otra mano, se abrían paso a través del espacio que deliberadamente había entre sus botones. La imaginación se convirtió en un juego táctil muy real… Se llenó…
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Angelitos negros…
Aún no te conocía personalmente… todavía no te había dado la mano, ni siquiera te había dado un beso de los de buenos días o de los de buenas tardes… o de los de el gusto es mio… o de los de me alegra por fin conocerte. Pero fue aquel día que quedamos para vernos…